Siempre había tenido el sueño de conocer África subsahariana. Tenía el presentimiento de que, en general, me iba a gustar mucho conocer a su gente, su cultura, sus paisajes. No tenía que ser ningún país en concreto, pero lo que sí tenía claro es que iría a algún destino en el que colaboraría con algún proyecto local.
Conocí a María, una de las personas que fundó Mil Colinas y me contó que estaba creando una ONG en un pequeño pueblo rural de Ruanda, Rukara, con el objetivo principal de dar apoyo extraescolar a los niños de la zona para que no abandonaran sus estudios. Y en el verano de 2014 María me ofreció ir como voluntaria a Ruanda en calidad de profesora de matemáticas e inglés. Antes de ir estaba un poco preocupada por estar a la altura y estuve preparándome y repasando temarios como una loca. Sin embargo, cuando llegué pude ver y entender en qué consistía realmente el proyecto. Que el apoyo escolar es una parte fundamental del mismo, pero que enseñar a los niñ@s de Rukara a comportarse realmente como niños por unas horas, por ejemplo, puede ser incluso más importante. Educar en valores de igualdad, enseñarles a participar sin tener miedo de dar su opinión y muchísimas otras cosas que, aquí en nuestro país, tenemos casi garantizado.
Sentí muchísima gratitud por todos ellos y, además, me lo demostraron con grandes fiestas de bienvenida y despedida, bailes regionales preciosos y discursos llenos de palabras bonitas. Pero lo que no sabían es que a la que habían ayudado más era a mí, porque me habían sacudido desde la cabeza a los pies y me habían hecho ser mucho más consciente de lo privilegiada que soy y ,no porque yo me lo haya ganado, solo por la suerte de haber nacido unos centímetros un poco más arriba en el mapa. Por eso, sigo colaborando con este maravilloso proyecto y espero que gracias al apoyo cada vez mayor de toda nuestra comunidad sigamos “Urubuteando” por muchos años más.
Mónica Ibargoyen
Voluntaria de Mil Colinas