En el 2007 estuve en Rukara, esa pequeña población rural del sureste de Rwanda, donde a través de un buen amigo pude participar en un proyecto sanitario, que me traje en el corazón.
Regresé en el verano de 2014, de la mano de María, amiga educadora social que, desde hacía 3 años, impulsaba con pasión el proyecto educativo Mil Colinas, que fomenta un apoyo integral a chavales y familias, desde el respeto a la cultura rwadesa y el valor de lo comunitario.
Podría contar muchas cosas sobre la experiencia enriquecedora de compartir tiempo, vivencias y juegos con los chavales y su equipo de comprometidos educadores rwandeses; pero me quedo con el poder mágico de volver a un mismo lugar y sentir el cambio de una semilla transformadora. Porque Mil Colinas es eso, ver el potencial de un camino hacia otra forma de educar, donde otros sólo ven el polvo de sus tierras rojas y su dura historia. Sentir que, como en un buen truco de magia, todo es posible.
Y eso quiero trasmitirles a mis sobrinas, que son afortunadas de la lotería de nacer en este lado del mundo y que es de justicia social ser conscientes y devolver parte de lo que disfrutamos. Todo empieza en nuestras manos, dando un paso al frente, apostando en nuestra vida diaria por nuevos retos.
Me sobran las razones para ser socia de Mil Colinas. No pongamos excusas… ¿Te apuntas? ¡Hazte socio/a!
Inma Soler Moreno