Os compartimos los retos de Mil Colinas que compartimos en el encuentro de Urubuto y Mil Colinas el 30 de marzo en Madrid:
Aunque son muchos los retos a los que nos enfrentamos una asociación como Mil Colinas, tenemos dos retos principales en los que vamos a poner todo nuestro esfuerzo para el futuro próximo.
El primero, es que aumente el grupo de activistas, para que pueda haber relevo, nuevas ideas, enriquecernos más, avanzar en nuevas reflexiones. ¡Os invitamos a formar parte!
El segundo, y el más complicado, es un reto que llevamos planteándonos varios años, pero para el que no hemos conseguido avances significativos. Y, por eso también, queremos compartirlo con todas las personas que estáis aquí, porque sabemos que os sentís cerca de Mil Colinas y de Urubuto.
Llevamos ya 14 años de este proyecto colectivo, que para nosotras es transformador. Lo es, por la revolución que ha supuesto dentro de nosotras mismas, a nivel individual, porque nos ha ofrecido otra forma de mirar el mundo, más justa, y nos ha permitido identificar los privilegios que nos han sido dados como personas blancas, occidentales, que hemos nacido en un momento histórico en el que hemos podido ver cumplidos muchos de nuestros derechos y sin que nos mereciéramos estar en este lugar más que cualquier otra persona.
Ha sido una transformación también colectiva, porque como grupo, hemos ido caminando hacia lugares que nunca imaginábamos, a cuestionarnos lo que creíamos que eran verdades, a tratar de cooperar con Urubuto de una forma más respetuosa, más horizontal, menos colonial. Y, aunque aún nos queda un largo camino por recorrer, hemos cambiado mucho, afortunadamente. Y queremos seguirlo haciendo.Y también vemos cómo ha transformado nuestros entornos. Una muestra de ello, es que hoy estéis aquí. Hemos ido viendo cómo nuestras personas queridas iban planteándose si algunas actitudes que tenían eran racistas, si en un grupo no había una perspectiva feminista, si la cooperación era, en muchas ocasiones, una nueva forma de colonizar… También la experiencia dando talleres en los centros educativos o con grupos de personas adultas y sus reacciones tras algunas de las reflexiones nos han permitido ver el impacto que tiene la educación cuando es transformadora.
14 años son muchos y no cabe en letras todo lo vivido.
Y hace ya algunos años que sentimos que estamos en un punto de inflexión. Urubuto ya tiene su propio camino, que nos inspira y nos da fuerzas. Necesitan nuestro apoyo económico, nada más (y nada menos). Todo lo demás, forma parte de este compartir y aprender que hemos creado juntas, pero no de la necesidad. Y en Mil Colinas tenemos también nuestro propio camino, que va de la mano de nuestro gran reto. Creemos que el proyecto que desarrollamos es lo suficientemente fuerte, maduro, sólido, estable y valioso como para que perdure y siga adelante muchos años más. Pero, para eso, ha llegado el momento de contratar a alguien aquí en España, al igual que el equipo Urubuto está contratado en Ruanda. Pero esto implica tener más recursos.
Muchas de las personas que estamos aquí venimos del ámbito social, y sabemos que lo social no es caridad, que no puede partir de la voluntariedad ni dejar de darle a ese trabajo los cuidados y calidad necesarias.
Nunca hemos querido crecer, no ha sido nuestro objetivo, sino hacer proyectos pequeños que tuvieran mucha calidad, sobre todo humana. Y a veces sentimos que no podemos llegar a esa calidad porque los tiempos no dan, por más horas de nuestra vida que le dediquemos a Mil Colinas. Ese tiempo, tan valioso, que dedicamos a este proyecto, lo restamos a nuestras familias, amistades, nuestro descanso, vacaciones, sueño y, también, en muchas ocasiones, a nuestra salud.Somos activistas de Mil Colinas porque sentimos esa responsabilidad que nos dan los privilegios y que debemos utilizar para transformar nuestros entornos, porque no entendemos otra forma de vivir que no sea comprometiéndonos, porque queremos que nuestra forma de vida sea lo más acorde posible a nuestros valores, y también por convicción, porque creemos en lo que hacemos sin fisuras.
El activismo es una forma de vida, nos ha aportado cosas increíbles que no hubiéramos aprendido nunca, especialmente en el contacto con Urubuto, pero no vamos a romantizarlo. Es una decisión libre, consciente, pero implica muchas renuncias y sacrificios que se suman a las que ya tiene la vida. Han sido 14 años de aprendizajes increíbles, pero también 14 años de renuncias increíbles.Hace unos días, preparando el encuentro, hablábamos con Diane y le decía, mirando atrás en estos 14 años: “no sé cómo hemos llegado aquí”. Y ella me respondió “Muy fácil… Trabajar, llorar, trabajar, llorar, trabajar, llorar…”. Nos echamos a reír, pero no le faltaba nada de razón. Y me hizo recordar la de veces que hemos llorado con el equipo Urubuto ante las dificultades que nos hemos ido encontrando, que no han sido pocas, ni aquí ni allí, y que muchas veces nos sobrepasaban. Pero ese sostén mutuo ha hecho que sigamos aquí.
La convicción sigue fuerte, incluso más que en el inicio. Pero nos sentimos cansadas y, por supuesto, no somos invencibles, y creemos que este proyecto no puede ser sostenible si no le damos la profesionalidad y los tiempos que se merece, y que también merece Urubuto. Creemos que es una forma de respeto hacia nuestro propio trabajo, porque hay una parte visible del trabajo de Mil Colinas, pero es el resultado de muchísimo trabajo invisible, de muchas tareas y responsabilidades. Y necesitamos que una persona lleve el peso de ese trabajo. Nosotras, por supuesto, seguiremos aquí, como activistas, reflexionando, debatiendo, asumiendo otras tareas, pero sabiendo que hay una persona que da sostenibilidad a lo que hacemos. Que Mil Colinas y Urubuto sigan adelante no puede depender de nuestros tiempos libres y de cómo sea nuestra vida. Además, esto es incoherente con nuestra perspectiva feminista y de cuidados. Y, ahora mismo, con todo el trabajo que tenemos entre manos, podemos decir que no nos estamos cuidando.
En una de las sesiones que hicimos el otro día en el IES Madrid Sur, en el que trabajan Charo y Cristina, una chica nos preguntó si alguna vez nos habíamos planteado dejarlo. Diane y yo nos miramos y al principio no sabíamos qué responder… Pero nos hizo pensar… Una vez que has sido consciente de la realidad, no puedes dejar de verla, no puedes quitarte las gafas que te permiten ver una parte de las injusticias y de la responsabilidad que tenemos en ellas con nuestra forma de vida que vulnera los derechos de tantas personas. Creemos que no se puede ser menos activista de lo que una ya ha sido. Porque el silencio para nosotras no es una alternativa. Y porque la lucha por los derechos siempre se hace hacia adelante, incluso cuando hay tantas resistencias o cuando se ha elegido el camino más largo. Adelante siempre.
Tener una persona contratada nos permitiría dar más calidad y humanidad a nuestro trabajo, hacerlo sostenible, más profesional, más cuidado, y también poder dedicar más tiempo a la educación, que es lo que nos mueve.
El otro día, al salir de otro instituto tras un taller, y después de haber visto cómo es nuestra forma de vida aquí, Diane me decía “el trabajo en educación lo tenéis aquí, no en Rukara”. Otra gran verdad. Nos gustaría poder llevar estos aprendizajes que hemos hecho durante estos años a más grupos, a más personas. Es el compromiso que tenemos, porque además vemos cómo hace reflexionar a las personas con las que compartimos y cómo se inicia un cambio de mirada. Siempre pensamos a cuánta más gente más podría impactar si podemos dedicarnos aquí también de forma más profunda a dar talleres educativos, hacer más sensibilización, campañas, materiales para los que tenemos muchas ideas pero que no podemos desarrollar…
¿Y por qué socias? Porque es la forma de poder ser independientes, de que ningún poder influencie nuestras decisiones y no haya nadie en un despacho de Madrid que pueda decidir lo que hace un equipo educativo en Rukara. Y también, porque es lo más sostenible, no queremos grandes cantidades de dinero, que van y vienen, que hacen cerrar proyectos cuando no se consiguen. Más bien, nuestro modelo se basa en la estabilidad que da que haya muchas personas haciendo aportaciones. Hay un dicho en Ruanda que dice que donde hay gente, las otras personas no pueden morir. Es este sentido de la colectividad, de la comunidad, de que las personas vivimos porque hay otras a nuestro alrededor que nos sostienen. Y así queremos que viva Mil Colinas y que viva Urubuto, con la contribución de muchas personas que crean en lo que hacemos.
Y nos preocupa esa sostenibilidad, que no puede depender de nuestra convicción.Ahora mismo, con la reciente incorporación de Cristina y Fernando, somos 148 personas socias. Necesitaríamos duplicar, llegar a 300 para poder contratar a alguien. Hemos ido haciendo campañas, difundiendo, hablando con nuestros entornos… Pero no ha sido suficiente. La gente a nuestro alrededor lleva 14 años oyendo hablar de Mil Colinas, y ahora necesitamos abrirnos, abrir a otros entornos y personas para que conozcan nuestro trabajo y puedan, ojalá, decidir dar el paso de colaborar activamente.
En muchas ocasiones nos ha costado mucho pedir esto. Parece que rompe la magia o la humanidad del proyecto, pero aunque los proyectos los hacen las personas, la convicción y la pasión, lamentablemente, no pueden sostenerlos en el tiempo. Hacen falta recursos, y dinero. Os necesitamos.
Pensábamos… Hoy aquí somos más de 60 personas adultas… Si cada persona consiguiera, traer a 2 personas socias, ya casi lo tendríamos. Pero sabemos que no es tan fácil convencer. Hace tres años, cuando hablábamos de esto con el equipo Urubuto en Rukara (una de las tantas veces que hemos llorado), el equipo nos dijo que habían tomado la decisión de hacerse socias de Mil Colinas. Nos emocionó profundamente esta decisión y nos hizo reflexionar sobre todas las renuncias que estamos dispuestas a hacer las personas cuando nos comprometemos con algo y la fuerza que tiene ese compromiso, porque 10 euros de un salario en Ruanda no son lo mismo que 10 euros en un salario en España. Les dijimos que teníamos que intentar otras alternativas antes, porque allí ya se dejan la piel en todo lo que hacen, y esa es su mejor contribución.
Por eso, tal y cómo hacen en Urubuto, donde las soluciones vienen de la comunidad, de lo colectivo, queremos abrir ahora, en este momento, un espacio colaborativo, en el que trabajemos durante unos minutos por grupos, para ver qué ideas pueden surgir sobre cómo dar a conocer y convencer a nuestros entornos de que este proyecto merece ser acuerpado e inyectar esas ganas de colaborar e involucrarse. Necesitamos vuestras ideas, nosotras haremos el trabajo.
Hace unos meses, Paloma y Ramón, dos de nuestras socias, organizaron una merienda en su casa con amigas y amigos, a la que nos invitaron. Y allí nos fuimos con algunas fotografías y con la pasión de nuestro discurso, a contarles lo que era Mil Colinas. Es tarde, se unieron a Mil Colinas tres personas socias. Mi querida amiga Amanda, que hoy no puede estar aquí, me dijo en navidades que tenía que parar porque estaba ya rozando la ilegalidad cogiendo los DNIs de su familia y rellenándoles ella el formulario para hacerse socias. El hecho es que, algo que puede parecer pequeño, para nosotras es fundamental e importante para conseguir este reto.
Necesitamos de vuestras ideas y de vuestra implicación para conseguirlo, porque solas no podemos.
Mil Colinas lo hacemos todas y todos. Es nuestro proyecto, compartido, colectivo, y os pedimos que nos apoyéis, que abracéis con nosotras este reto enorme que tenemos por delante.Hasta ahora, no se nos ha puesto nada por delante, pero somos muy conscientes, de que a nosotras puede costarnos años, y sabemos que, si conseguimos vuestro compromiso, involucraros, será mucho menos difícil, más a medio plazo, permitiéndonos llegar a conseguirlo con la fuerza y la salud suficientes. Y también pensamos, si a Urubuto no se le pone nada por delante, con lo difícil que es la vida en Rukara, no se nos pueden poner a nosotras 150 personas socias…