En tiempos en los que los feminismos y la lucha por los derechos se ven cuestionados y atacados brutalmente por aquellos que sienten el miedo de quienes pierden sus privilegios, reivindicamos los cuidados, que ponen a las personas en el centro y que ejercemos, principalmente, las mujeres en todos los espacios en los que habitamos: familias, trabajos dentro y fuera de casa, amistades, parejas o activismo.
El activismo no es un compromiso vital fácil. No es ir a una asamblea o a una manifestación. Implica poner el cuerpo, las ideas, los tiempos de descanso, una revisión y un cuestionamiento internos constantes y ataques externos también constantes. Es una forma de estar en el mundo, en cada cosa que hacemos y que somos, en todos los espacios en los que nos relacionamos. Es un compromiso fuerte con la justicia social, vivir asumiendo nuestra responsabilidad individual y colectiva. Y es cansado. Por eso es imprescindible hacer activismo desde los cuidados.
En Mil Colinas comenzamos ahora a reflexionar sobre estos cuidados en el activismo. Todo lo que compartimos, cuestionamos, pensamos, escuchamos y decimos, aprendemos y sentimos, queda en todas nosotras y forma parte de la construcción dinámica y constante del colectivo que somos, en el que participamos porque creemos en lo que hacemos y somos conscientes de nuestro compromiso como ciudadanía y como activistas.
Para construir equipo es necesario escuchar, expresar, ser flexibles, acogernos, aceptarnos, tener en cuenta todos los lenguajes del cuerpo y de las palabras, abrazarnos (física o emocionalmente, cada una como se sienta más cómoda), el apoyo mutuo y tener conciencia de colectivo, de grupo, de comunidad. Pero también es necesario aprender a aceptar y transitar las incomodidades y las diferencias, aquello que nos impacienta o no nos gusta de las otras personas o de las situaciones o decisiones que tomamos, como parte de lo que nos hace únicas como equipo y enriquece al grupo.
Esto solo es posible, si generamos, entre todas, una cultura de buen trato en la que cuidemos los tiempos, los lenguajes, las emociones, la convivencia, los valores y el autocuidado. Esto implica poner a las personas en ese centro, y ponerle mucha conciencia y mimo a estos cuidados.
Somos agentes de transformación social, es el fin último de lo que hacemos. Si queremos realizar nuestro trabajo en Mil Colinas con honestidad y coherencia, debemos primero trabajarlo hacia adentro, cada persona, mirándonos, y de forma colectiva, como equipo, mirando.
Cuidar es un aprendizaje constante y consciente. En una sociedad que ejerce tantas formas de violencia, no hay nada más transformador y revolucionario que los cuidados. También nos hacemos cargo de aquellas violencias que ejercemos como mujeres blancas y trabajamos por combatirlas.
Que esta mirada de cuidados a una misma, a las demás y el buen trato estén presentes en cada día de todo lo que hagamos desde Mil Colinas o cualquier otro espacio en el que participemos y en todas nuestras formas de relacionarnos.
Empecemos por revolucionarnos.