Hoy, 25N, Día contra las Violencias Machistas, hemos estado conversando con Diane, educadora del grupo de jóvenes de la ONG Urubuto, sobre las violencias machistas que las jóvenes y mujeres viven en Rukara (Ruanda), el pueblo en el que se encuentra Urubuto, así como las consecuencias que estas violencias generan. El equipo educativo, trabaja, cada día, para enfrentar estas situaciones, bajo una perspectiva feminista.
Hablamos de educación, del matrimonio, de la maternidad… Conversamos sobre muchas de las esferas en las que las mujeres sufren opresiones, abusos y violencias de manera sistémica y constante. Una de las cuestiones que nos comparte Diane es lo que ocurre dentro del ámbito familiar. En este sentido, lo que sucede ahí es ahí donde se queda. Existe una gran invisibilización en torno a las violencias machistas que sufren las mujeres en casa. Es algo que forma parte del ámbito familiar. Y es uno en los que se generan multitud de opresiones. Las mujeres deben aceptar que los hombres no son responsables de las familias. Son ellas las que cultivan, hacen las tareas de la casa (lavar, cocinar, limpiar…), cuidar de lxs hijxs… Esto implica que, en las familias, lxs niñxs tengan que trabajar desde pequeñxs para apoyar a sus madres, que no pueden llevar toda la carga de trabajo para familias tan numerosas. Otra de las violencias que se repiten y forman parte de la cotidianidad de los hogares es la violación de las mujeres por parte de sus maridos. El sexo sin consentimiento se llama violación, sí.
«El sexo sin consentimiento se llama violación, sí.»
Además, ellos no utilizan condones, no hay método anticonceptivo, es algo que no está en el imaginario social y que provoca la transmisión de enfermedades y tener muchxs hijxs, aunque no se puedan criar en buenas condiciones. Es habitual, además, que los hombres suelan tener sexo con otras mujeres, estando en el matrimonio, y eso aumenta los contagios de enfermedades como el VIH.
Antiguamente, la poligamia para los hombres estaba socialmente aceptada. Tras la guerra de 1994, en la que mataron a muchos hombres y debido a la importancia que tiene en la cultura ruandesa el casarse y tener hijxs, muchas mujeres se vieron obligadas a aceptar que sus maridos tuvieran varias mujeres a la vez. En Urubuto, en una ocasión, un padre nos contó que tenía 24 hijxs, con varias mujeres. Todo ello, genera unos roles de género que conducen a constantes violencias machistas, abusos y opresiones que se transmiten a las nuevas generaciones.
El abandono de hombres a las familias para irse con otras mujeres más jóvenes es habitual. Además, no se hacen cargo de lxs primerxs hijxs (y muchas veces tampoco de lxs segundxs). Muchos tienen dos mujeres y eligen dónde dormir. En ocasiones van a mediodía a comer a una de las casas y a cenar a otra, exigiendo, por supuesto, a que en esos horarios la comida o la cena estén listas.
Diane también destaca otro factor que se suma. El nivel de alcoholismo entre los hombres es muy elevado. A pesar de que, en muchos casos, no trabajan, cuando las mujeres van los miércoles (día de mercado) a vender una parte de lo cultivado para poder tener dinero para comprar materiales de higiene o escolares o cualquier otra necesidad familiar, al llegar a casa muchos maridos piden ese dinero para gastarlo en la cerveza local. Cuando trabajan, muchos entienden que todo el dinero que ganan es para utilizarlo ellos mismos, sin aportar ninguna parte a la familia.
Diane recuerda una ocasión en la que una niña de Urubuto que estudiaba en 4º de Primaria vino a pedir un boli porque le habían echado de la escuela ya que no tenía nada para escribir. Al preguntarle el educador si su madre o su padre no podían comprárselo, la respuesta fue “mi padre sólo vive para su estómago”. Estos son los modelos, los referentes con los que crecen lxs niñxs y jóvenes en Rukara y que se reproducen. Es muy típica la frase que los maridos les dicen a sus mujeres de “tus hijxs necesitan esto”, eximiendo cualquier tipo de responsabilidad. Todo es cosa de las mujeres, por supuesto. Las madres y hermanas mayores hacen todas sus tareas con los bebés a la espalda, llevándolos allá donde van, aunque los maridos se encuentren en casa.
¿Y qué ocurre con las mujeres más jóvenes? ¿A qué tipo de violencias machistas se encuentran sometidas? Antes de los 25 tienen una gran presión familiar y social para casarse, en contra de lo que quieras o hayas planeado para tu vida. A las jóvenes que acceden a la universidad se les anima a estudiar carreras cortas para que puedan casarse antes de esa edad (y por supuesto, hay presión para estudiar “carreras de mujeres” que son aquellas relacionadas con los cuidados. Las carreras técnicas son “cosas de hombres”). Si no te casas, empiezan a pensar que tienes un problema, que no eres lo suficientemente agradable o “buena mujer” para tener un marido. El entorno te empieza a hacer preguntas, incluso personas que apenas te conocen. Ocurre que algunxs familiares se ofrecen a buscarte un “buen marido” y presentarte a los chicos que conocen. La frase “vamos a encontrar alguien para ti” es muy habitual. Sin embargo, los hombres pueden casarse sin presión de edad, pasados los 30 o incluso los 40, y en numerosas veces con mujeres mucho más jóvenes que ellos.
«Si no te casas, empiezan a pensar que tienes un problema, que no eres lo suficientemente agradable o “buena mujer” para tener un marido»
Antes del matrimonio, hay muchos casos de adolescentes embarazadas. Se da una gran falta de educación afectivo-sexual. Muchas adolescentes se ven obligadas a abandonar los estudios. En la mayoría de las ocasiones, los hombres desaparecen y son ellas, junto con sus madres, las que tienen que enfrentase a la crianza.
Las mujeres, desde pequeñas, se ven sometidas a las violencias machistas y a todas las consecuencias que conlleva el sistema patriarcal. En algunas ocasiones, las familias que viven en situación de pobreza económica buscan hombres más mayores y con una situación económica mejor y, desde que las niñas de la familia son adolescentes, empiezan a realizar encuentros y visitas para que se vayan conociendo (hombres elegidos por las familias). Así, cuando la joven cumpla la mayoría de edad para casarse (a los 21), esto sea lo primero que haga. Este hecho supone asegurar una vida mejor, a nivel de necesidades básicas y materiales, para la hija y, por extensión, también para la familia.
Si estás casada y no tienes hijxs no eres considerada como una mujer. Si no tienes hijxs en los primeros años de matrimonio, los hombres se divorcian para buscar otra mujer porque se considera que el problema es ella.
Diane no quiere dejar de destacar la violencia en la esfera social, en la que los líderes locales son hombres. Cuando hay alguna mujer no se consideran ni valoran sus opiniones de la misma manera. Los discursos en público están dominados por ellos, incluso en las reuniones familiares en los centros educativos, en las que el 90% son mujeres, son ellos los que hablan principalmente.
Seguramente nos hemos sentido identificadas con lo que expresa Diane, o hemos oído a nuestras madres, a nuestras abuelas, contar sus experiencias, con discursos muy similares.
Somos mujeres. Estamos sometidas a un feroz sistema patriarcal, que despliega sus herramientas para oprimirnos, para silenciarnos, para normalizar lo que no es, que nos humilla, abusa, viola y asesina. Todos los días. Basta ya.
Desde Urubuto y Mil Colinas nos sumamos a esta lucha en el día de hoy y todos los días del año. Porque sabemos que tenemos algo mucho más poderoso: nosotras mismas, nuestra manada. Estamos juntas en esto, compañeras, hermanas. Nuestra sororidad y lucha incansable nos lo dicen. Somos imparables.