Mujeres de Rukara

Resaca de emociones de un 8 de marzo, como tantos que ha habido y como los que nos quedan. Como lo que vivimos cada día saliendo a la calle, siendo mujeres, y todo a lo que nos tenemos que enfrentar por serlo. Como tantas historias que hemos vivido y que conocemos de violencia, de abusos, de quienes no nos creen, de los que niegan, de una justicia injusta, de una absoluta inequidad en el reparto de todo lo que es susceptible de repartirse. Este día no hace más que visibilizar una lucha que es diaria, para todas las mujeres en todos los lugares del mundo.

Y un momento de reflexión por todas las mujeres que aún hoy en día no pueden unirse al movimiento feminista o no se sienten representadas por un feminismo de mujeres blancas con privilegios. Desde Mil Colinas nos comprometemos a reflexionar y a hacer cada día, a deconstruirnos y volvernos a construir juntas, a aprender, con todas, las de todos lados, a dejarnos empapar por lo bonito que las mujeres del mundo tienen para ofrecernos. Y en ello estamos, cada día, e incluso a cada momento, en cada imagen que vemos, cada frase que escuchamos, cada feminista africana cuyos artículos llegan a nuestras manos, tratando de comprender que el feminismo es inmenso y que en él deberíamos caber todas, que, si no es interseccional, no es verdadero feminismo.

Un recuerdo muy especial a las mujeres, jóvenes y niñas de Rukara (Ruanda), a las que nos sentimos tan unidas. Durante la pasada semana nos hicieron llegar parte de lo que piensan, contándonos qué significa para ellas ser mujeres y mandando sus mensajes a las mujeres del mundo. Lo tienen aún mucho más difícil que nosotras.

A pesar de que en Mil Colinas trabajamos el género como un eje fundamental, sigue habiendo muchos más chicos que chicas que acaban la educación secundaria, un porcentaje muchísimo más elevado de jóvenes hombres estudiando en la universidad, ellas son las que dejan de estudiar por haber tenido hijas o hijos, las que dejan de asistir a las escuela algunos días al mes cuando tienen la menstruación por no tener compresas, las que son abandonadas por sus parejas cuando se quedan embarazadas, las que no pueden abortar ni aunque sean menores de edad, son las que se quedan calladas en las asambleas, a las que les cuesta dar su opinión en público, las que no se atreven a decir no a sus parejas aunque no quieran hacer algo, por miedo a que las abandonen, las que están infrarepresentadas en sus clases o en cualquier grupo al que pertenezcan… Mucho más difícil que ellos. Eso significa que debemos seguir trabajando muchísimo para que esas diferencias se reduzcan. Y no es un trabajo a largo plazo. No tenemos tanto tiempo. Debe ser un trabajo educativo en el que cada día se perciban cambios y cada día transformemos.

Pero, aunque vivan todo eso, ellas no son eso. Ellas son las que saben jugar pacíficamente, sin generar conflictos que lleven a la violencia, las que no se enfadan si pierden en los juegos, son las que bailan y cantan en cualquier momento del día, son las que, cuando llegan a la universidad, se convierten en un ejemplo para sus compañeras más pequeñas, las madres de Mil Colinas son las que llevan el peso de la casa, a nivel de trabajo y emocional, las que educan a varias hijas e hijos, muchas veces solas, las que se levantan cada día, a pesar de estar agotadas, a cultivar en el campo, incluso embarazadas, las que vienen a las reuniones de familias, las que expresan sus preocupaciones por la educación de sus hijas e hijos, las que vienen a contarnos cuando hay un problema en casa o cuando no saben qué hacer como madres, las que luchan a cada instante en unas condiciones de vida tan duras como las que viven Rukara… Y luchan tanto, que nos dan muchas lecciones de humildad y de dignidad a quienes nos acercamos a ellas desde una visión nortecentrista y única del mundo.

A todas ellas, inmensas gracias por ser parte de las mujeres de nuestras vidas. Gracias por tantos aprendizajes juntas. Gracias por abrazarnos, en sororidad y hacernos comprender que ni una puede quedarse atrás, que debemos darnos de la mano y caminar juntas, de igual a igual.

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