Vajillas de porcelana

¡Qué gozo el del consumo y qué desdicha la de una alienación perpetrada por las feroces garras de un sistema perverso!

Tras una degustación por banquetes de abundancia, presentes con envoltorios de un futuro de plástico, anuncios perfumados con esencia de cuerpo de mujer y encuentros teatralizados prestos a servir al postureo, reaparece un enero cargado de buenos propósitos, que olvida los excesos y que se perdona a sí mismo, aun satisfecho por haber cumplido, un año más, con el objetivo de no decepcionar al virtuoso consumo, tal y como dictaminan los buenos modales de la norma.

Ha sido fácil reencontrarnos alrededor de esta mesa engalanada. Sin embargo, en una pausa comedida, sin ánimo de perturbar, es necesario realizar un llamamiento al sentido de la responsabilidad ausente y en un ejercicio de autoanálisis establecer los límites, que no están dentro del orden ni de nuestra zona de confort.

Cuánto de sólidos serán los engranajes de este sistema, cuan resistente su estructura, y cuál será su mecanismo en la producción de endorfinas para que actuemos de manera autómata, sin atisbo de modificar el legado ni proclamar la cordura como estandarte.

En estos días de vajillas de porcelana, mi conciencia alude al sentido de la responsabilidad. Me bajo de mi condición de blanca, de europea. Me bajo de mi clase acomodada, de mi techo de cristal con calefacción y mis excesos de ego en el plato. Y aun con el ferviente deseo de despojarme de todo privilegio, me ha resultado ardua la tardea, porque la maquinaria ha sido programada para ello, para no ponerlo fácil.

He vuelto a caer. He vuelto a acometer abuso y desmesura. Siendo jueza y parte, intento, al menos, tomar consciencia para avanzar por el camino del cambio. No es justa la balanza en un mundo desequilibrado. Donde la injusticia se normaliza la indiferencia se proclama vencedora.

No quiero estar cargada de buenos propósitos este año, ni ningún otro. Sólo quisiera ser consciente todos los días de aquellos otros mundos, que están en este, de esos otros millones de personas, iguales yo, para no olvidar que mi condición privilegiada es fruto de una coincidencia arbitraria y resultado de un desequilibrio legitimado.

Deconstruir cada día todo mi plan de acción programado y volver a levantarlo sobre los cimientos de sociedades más justas, dignas y libres.

Mónica Sánchez Muñoz

Activista de Mil Colinas

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